
RIPESS, representada por Souhir Inas de la Réseau Marocain de l’Économie Sociale et Solidaire (REMESS), toma la palabra durante el foro de Nyéléni para compartir los contextos políticos que atraviesan sus miembros y alidos en sus territorios:
Hoy, el mundo se encuentra en una encrucijada. Nos enfrentamos a crisis superpuestas: desigualdad creciente, deuda aplastante, militarización, alteración del clima y colapso de los ecosistemas. Sin embargo, en lugar de convertir este momento en una oportunidad para la transformación radical, prevalece el mismo sistema, marcado por la dominación del Norte Global, por el silenciamiento de las voces de la sociedad civil y por la eliminación de las comunidades más afectadas por la injusticia.
Seamos claros: el sistema financiero internacional es profundamente injusto. Drena sistemáticamente la riqueza del Sur Global, limita el espacio político de nuestros Estados y profundiza las desigualdades históricas, de género y raciales. En este contexto, la justicia social, la democracia real y la integridad ecológica no son más que ilusiones.
Por eso, desde la RIPESS, pedimos un replanteamiento radical, basado en la justicia, la equidad y la sostenibilidad. Exigimos el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas: los principales responsables de las crisis actuales deben asumir su parte. Rechazamos las «falsas soluciones» basadas en el mercado -intercambio de deuda por naturaleza, financiación mixta- que no resuelven nuestras emergencias sociales y ecológicas.
En el centro de nuestra visión se encuentran los cuidados y la soberanía alimentaria. El trabajo de cuidados no remunerado -aún realizado mayoritariamente por mujeres- mantiene vidas, familias y comunidades. También es fundamental para producir, preparar y distribuir alimentos cada día. Cuando los sistemas públicos de cuidados y protección social se desmantelan o son inexistentes, las mujeres -especialmente las rurales e indígenas- soportan la carga. La desigualdad se acentúa.
Reconocer los cuidados como un derecho humano y un bien público, garantizar la protección universal e invertir en servicios públicos de cuidados son los cimientos de unos sistemas alimentarios justos y resilientes. El trabajo de cuidados no está separado de la soberanía alimentaria; es la base. Las comunidades locales, a través de la agroecología y la solidaridad, tejen juntas el tejido de la vida, la biodiversidad y la sabiduría compartida.
Esta verdad resuena en todo el mundo. En África, la dependencia de los cereales debilita la soberanía, mientras las crisis climáticas y el acaparamiento de tierras amenazan el futuro. Pero las cooperativas de agricultores y las economías solidarias muestran un camino hacia la resiliencia. En América Latina, la juventud, la biodiversidad y la igualdad de género impulsan una economía solidaria basada en la dignidad y la justicia. En América del Norte, en medio del fascismo y el capitalismo extractivo, las cooperativas dirigidas por la comunidad y especialmente por las comunidades negras e indígenas, junto con la financiación alternativa, reclaman poder y derechos. En Asia, los agricultores defienden la soberanía de las semillas y la tierra frente al control corporativo. La economía social y solidaria está surgiendo en Europa como un antídoto democrático al autoritarismo y a las políticas agroindustriales neoliberales, fomentando sistemas alimentarios locales inclusivos, el acceso a la tierra para los pequeños agricultores y la resiliencia comunitaria frente a la lógica excluyente de la Política Agrícola Común de la UE.
Seamos sinceros: no basta con dar tímidos pasos a escala mundial -como los debates en torno a la justicia fiscal internacional- mientras los abusos, la deuda y la fuga de capitales sigan privando de recursos al Sur Global y mientras las empresas escapen a la rendición de cuentas.
Nuestra visión es rotunda: sólo la transformación estructural -a través de la justicia reparadora, la verdadera gobernanza democrática y la unidad de los cuidados, la soberanía alimentaria y la economía social y solidaria- conducirá a un cambio real. La lucha por la tierra y las semillas, liderada por las mujeres y las comunidades rurales e indígenas, no es marginal. Está en el centro de un nuevo proyecto social: una economía al servicio de la vida, no del lucro.
Así que hagamos un llamamiento, juntos, para un nuevo comienzo, una movilización global para el cambio profundo que exige nuestra era. La economía social y solidaria, indisolublemente ligada a la soberanía alimentaria, no es una alternativa de nicho. Es el horizonte democrático, ecológico y solidario de un mundo por reconstruir.