Isa Alvarez es agro-ecóloga e investigadora. Originalmente viene del mundo universitario, pero lleva 15 años en diferentes organizaciones activistas que tienen todas a ver con la soberanía alimentaria. Y en estos diferentes ámbitos llevo años incorporando la perspectiva feminista.

 

¿De donde viene tu compromiso con el activismo?

Terminé mi carrera y entendí muy rápidamente que no iba a terminar como maestra. Después entré en un periodo de colapso, porque nos educan a lo normativo, y buscando mi vía, volví a mis raíces, porque yo soy hija y nieta de los campesinos. Quería estar en espacios de transformación, en diferentes activismos y a mí, siempre me decían de ir a la cooperación internacional y yo no quería irme de cooperante a ningún sitio, porque yo creía que había muchas cosas que transformar aquí. Y en 2002 a través de un curso formativo descubrí todo el mundo de la soberanía alimentaria y que no había que irse a otro lado del mundo para hacer cosas. Entonces a partir de allí empezó mi camino.

 

¿Puedes contarnos tu recorrido?

Primero, entré en una organización que trabajaba el tema de la soberanía alimentaria, de consumo consciente y de otros sistemas alimentarios, desde lo local. Y a raíz de allí hicimos alianzas con el sindicato agrícolas de la Euskaleria y allí empezamos a encajar este tema en lo local. Y además varias de nosotras que estábamos trabajando sobre este tema decidimos de emprender, en una cooperativa, en forma de un bar restaurante a Vitoria, con la comida ecológica, local, de comercio justo… Eso ahora se ve bastante pero en 2007 no lo era. El proyecto fue muy interesante, porque era urbano, generaba muchas alianzas y fue un espacio donde empezaron a concentrarse iniciativas grupos de consumo, un espacio de reparto de cestas, donde la gente podía encontrarse. Fue un nido de muchas cosas… y yo empecé a hacer el trabajo de dinamización y desde allí el Sindicato Ehne me empleó y entré plenamente en el mundo de agroeconomía. Y a partir de este trabajo, y fuera del contexto laboral, seguía con varios activismos y uno de ellos era la exclusión social. Iba juntando la soberanía alimentaria, exclusión social y acceso a la alimentación y terminé en Baladre. Baladre es una coordinación de colectivos de la Península ibérica y norte de África, así como como colectivos y personas del cono sur americano, que luchan contra la desigualdad, el empobrecimiento y la exclusión en cualquiera de sus formas. Al final todos estos espacios confluyeron en Urgenci. Entonces desde 2016, dejé mi trabajo de coordinadora de sindicato y comparto ahora mi tiempo entre el trabajo de formadora e investigadora y mi activismo en Baladre y Urgenci.

 

¿Cuáles son los beneficios de estas alianzas entre organizaciones locales y globales?

Me di cuenta muy rápidamente que incluso el trabajo local tiene una visión internacionalista, porque si queremos cambiar cosas tenemos que pensarlo en lo grande. Entonces me parece importante vincularse a movimientos grandes, articular sus luchas, no solo a nivel local, con otros movimientos, no solo por el aprendizaje, sino también por la perspectiva. A veces necesitas fuera para ver todo lo bien que estás haciendo, porque cuando estás dentro solo ves lo malo. También a veces se atascas y ver que tu mirada no es la única, de ver que el mundo es mucho más amplio, te permite salir de este mundo egocentrista.

 

¿Cómo ves esta vinculación entre los dos mundos?

Una de las cosas más ricas para mi de Urgenci es el intercambio. Eso se refleja en su estructura internacional, donde hasta hace poco había solo 2 personas empleadas. Porque es una red de redes y la apuesta es la otra. El trabajo que hacen estas personas es sobre todo conseguir recursos para que después las redes nos podamos encontrar. Porque es importante que nos encontremos físicamente. Este aspecto se hundió con la pandemia. Otro aspecto importante es la incidencia que en el caso de la soberanía alimentaria se hace sobre todo a nivel global. Ahora tenemos a nivel europeo algunos proyectos que trabaja en tema de la incidencia política y se organizan formaciones sobre que es la incidencia política y como desarrollarla desde el nivel local. Como la gente puede vincular lo que dicen en la Unión Europea con lo que se pasa a la puerta de su casa.

 

¿Qué impacto tuvo la Covid-19?

Han cambiado las formas, se ha perdido muchísima calidad desde pasar a lo virtual. Nosotras la parte informal de los cuidados lo incluimos en nuestros espacios.

Sin embargo, se ha demostrado la capacidad de resiliencia de nuestras redes, la gente se adaptó muy bien. Y ha sido porque una agricultura sostenida por una comunidad ya estaba creada. Y como el lazo comunitario ya estaba, solo se tenía que adaptar las formas, pero ya había organización de base. Eso fue muy difícil en las ciudades donde los lazos sociales ya estaban rotos y querías hacer grupos de apoyo. En nuestro caso, se ha visto como nuestras relaciones se fortalecían. Desde Urgenci hicimos un informe que mostraba que creció la demanda dentro de los grupos, más gente se unió y que también se consolidaron los valores. Con la Covid las colas del hambre se multiplicaron y los temas que ya estábamos trabajando desde hace un tiempo se han vuelto centrales en esta crisis. Se han desarrollado muchos proyectos y se ha mostrado que podemos resistir aunque existen varios desafíos. Para resumir, durante la pandemia se ha demostrado la importancia de los lazos para poder resistir.

 

¿La aplicación de la perspectiva de género ha sido importante en la resolución de esta crisis?

A nivel nacional, ya hace unos años nació un grupito de agricultoras, ecologistas, productora e investigadoras informal que trabaja desde la perspectiva feminista. En esta crisis las pequeñas productoras han sido también muy tocadas, porque de un día al otro se limita mucho el acceso a la alimentación y se prioriza la gran distribución. Entonces desde este pequeño grupo que no tiene ni siglas nació una campaña, conseguimos crear un efecto llamamiento. La campaña tuvo mucho éxito y por qué lo tuvo? Porque adaptamos la forma de hacer feminista, no solo en los contenidos pero también en la manera de hacer. Este es un ejemplo. Después la cuestión de la visibilidad ha sido muy importante. Por ejemplo, muchas agricultoras tuvieron problemas para acceder a sus huertos de autoconsumo. Si te paraba la policía, te pedían la titularidad y las mujeres no son titulares en su gran mayoría. Entonces han sido muchas cosas que tenemos que resolver.

La pandemia me pilló haciendo una investigación con mujeres agricultoras y todas dicen que la covid ha hecho retroceder la posición de la mujer en el mundo agrícola.

 

¿Cómo ha cambiado el lugar de las mujeres?

Esta crisis nos ha metido a todas en casa. Yo creo que lo hizo esta crisis es volver visible lo que hasta ahora era invisible, pero no romper las desigualdades. No tengo muy claro que salgamos de esta crisis fortalecidas.

En la ESS desde hace unos años hay un esfuerzo para incluir la perspectiva feminista. Lo que me da miedo es que es un tema importante, pero no urgente para muchas personas. Y tenemos que cuidar de no retroceder, recordar que seguimos aquí. Pero para salir fortalecidas, ya se necesitaba un trabajo previo. Y esta crisis solo no sirve de marco para ver si nuestro planteamiento de antes no sirve para los tiempos de crisis. Y creo que en general la situación nos ha dado bastante razón.