Queridas hermanas, mujeres de todo el mundo en resistencia, colegas, compañeras y aliadas,

La soberanía alimentaria es una visión arraigada en el poder de los pueblos para definir, construir y gobernar sus propios sistemas alimentarios. Hoy, mientras los sistemas alimentarios industriales están dominados por las corporaciones transnacionales, nuestras comunidades, y especialmente las mujeres rurales, enfrentan crecientes amenazas a su autonomía, sus tierras y hasta sus propios medios de vida.

Desde la perspectiva del feminismo y de la economía social y solidaria —inspirada en la visión impulsada por RIPESS— las invito a recuperar la alimentación como un bien común, y a comprender que transformar nuestros sistemas alimentarios es inseparable de la lucha por la justicia de género y la supervivencia ecológica.

Las corporaciones del agronegocio y las compañías extractivistas internacionales operan bajo una lógica de acumulación que prioriza las ganancias sobre las personas, la uniformidad sobre la diversidad y el control sobre la colaboración. El resultado es un sistema en el que un puñado de actores transnacionales controla semillas, tierras y mercados—creando dependencia, impulsando el acaparamiento de tierras y erosionando los derechos básicos de las mujeres campesinas, rurales y de las comunidades.

Al mismo tiempo, las estructuras patriarcales y capitalistas conspiran para excluir a las mujeres—en especial a las campesinas, indígenas y de clase trabajadora—de la toma de decisiones, la herencia de tierras y la protección de sus saberes productivos.

Las mujeres son la columna vertebral de los sistemas alimentarios. Conservan saberes agroecológicos, mantienen la biodiversidad y garantizan la seguridad de familias y comunidades. Aun así, sus derechos sobre la tierra, los recursos y la participación política son sistemáticamente socavados.

La lucha feminista por la soberanía alimentaria no solo desafía los roles de género, sino también los propios sistemas de propiedad y control promovidos por las empresas y el Estado. Los colectivos de mujeres de nuestro movimiento exigen:

  • Derecho a la tierra y a los recursos productivos frente a las leyes patriarcales de herencia y el acaparamiento corporativo de la tierra.
  • Derecho a la salud y la protección social que reconozca las contribuciones de las mujeres a lo largo de toda la vida, incluyendo la jubilación.
  • Una voz en los espacios de gestión de los recursos naturales, modelando políticas alimentarias locales, nacionales y regionales que sean justas, democráticas y sostenibles.

La economía social y solidaria, impulsada por RIPESS, ofrece una alternativa construida en cooperación, propiedad colectiva y gobernanza democrática. A diferencia de los modelos que perpetúan la mercantilización alimentaria dirigida por las empresas, la ESS une productores y consumidores como copropietarios y codescisores de los sistemas alimentarios.

Veamos algunos elementos transformadores:

  • Asociación de recursos para la producción y comercialización: las mujeres y comunidades organizan centros de producción cooperativos, lo que permite pasar de herramientas rudimentarias a medios modernos y compartidos, fortaleciendo la autonomía técnica y reduciendo la dependencia externa.
  • Creación de cadenas de valor alternativas: desde el cultivo hasta la comercialización, los mecanismos solidarios basados en la ESS eliminan intermediarios especulativos, garantizando precios justos y vidas dignas para quienes producen.
  • Finanzas comunitarias: a través de esquemas de finanzas solidarias, monedas locales e inversiones éticas, las comunidades recuperan el control económico, reinvirtiendo los recursos donde más se necesitan.

La ESS feminista y transformadora no se limita a las estructuras económicas. Hace operativa una visión política y ciudadana de la soberanía alimentaria al:

  • Construir poder colectivo para la incidencia: las alianzas de mujeres en la ESS exigen políticas que reconozcan sus derechos y saberes, defendiendo la participación equilibrada en todas las etapas de la producción, distribución y gobernanza.
  • Asegurar la sostenibilidad social y ecológica: prácticas agroecológicas, bancos comunitarios de semillas y conservación de la biodiversidad se convierten en herramientas de autonomía y resistencia, lideradas por quienes son guardianas de conocimientos tradicionales e innovadores.
  • Defender la alimentación como un bien común, no una mercancía: reivindicando la alimentación como un derecho y rechazando modelos explotadores orientados al lucro, la ESS feminista pone en primer plano la ética del cuidado, la interdependencia y la reciprocidad.

El poder corporativo transnacional se sostiene en la fragmentación y el quiebre de la solidaridad. El enfoque de la ESS, sostenido en el feminismo, es exactamente lo contrario:

  • Construye redes de solidaridad—locales y globales—que sostienen circuitos alimentarios alternativos, desafían el dominio de la agroindustria y ponen en el centro los derechos de las mujeres, pequeños productores, pueblos indígenas y personas de las economías populares.
  • Impulsa políticas públicas alimentarias hechas por y para quienes más las necesitan: mujeres que trabajan la tierra, alimentan nuestras sociedades y saben cómo son los sistemas alimentarios justos y sostenibles.
  • Es una lucha interseccional: contra el patriarcado, el extractivismo y la mercantilización. No son batallas aisladas: todas forman parte de un movimiento emancipador por los comunes, por la justicia económica, de género y climática.

Queridas hermanas, la tarea es enorme pero llena de esperanza. En cada territorio, las mujeres y las comunidades están construyendo nuevos sistemas alimentarios basados en la goberannaza democrática, la solidaridad y el cuidado de las personas y la naturaleza. No solo nos alimentan; también defienden la dignidad, la diversidad y la vida misma.

Comprometámonos a caminar a su lado: fortalecer los colectivos, amplificar sus demandas de tierra, autonomía y reconocimiento, y afirmar que la soberanía alimentaria es tanto una lucha feminista como una lucha contra el poder corporativo.

La alimentación es vida. La alimentación es feminista. Nuestra alimentación no está en venta. Y, gracias a una economía social y solidaria transformadora, otro mundo no solo es posible—en muchos lugares ya está en marcha.

Gracias.

Elise Pierrette Memong Meno — Secretaria General de RAESS, representante de RAESS en la Junta Directiva de RIPESS y Presidenta de RESSCAM en Camerún.